viernes, 9 de enero de 2009

15) Larraona. Medidas,carboneros, santos protectores



"Eguzkilore" (flor de sol , en euskera). Se trata de una flor de cardo
que colocada seca en las puertas de los hogares tenía una función
apotropaica, protectora del mismo.
(Foto de Jesús Díaz).

LARRAONA, OTRAS INFORMACIONES DE INTERES :

Unidades de medida, carboneros y leñadores, objetos y santos protectores.

1) Unidades de medida en las Améscoas.

Como señala Luciano Lapuente
[1] las medidas agrarias de que se han servido los amescoanos para medir superficies han sido la robada y la almutada. Una robada equivale a 898,456 M2 y la almutada, a 56,12 m2. Una robada equivale a 16 almutadas.

Para la medición de granos han usado el robo, el cuartal y el almud o almute. El robo contiene cuatro cuartales y el cuartal cuatro almudes. El robo equivale a un peso de 22 kg.

Como medidas de peso los amescoanos han usado la arroba, la libra y la onza. Una arroba eran 36 libras y una libra 12 onzas. Un kilogramo equivale a 2,688 libras.

Para medir el volumen en líquidos usaban el cántaro, la pinta y el cuartillo. El cántaro contiene 16 pintas y la pinta cuatro cuartillos.

2) Carboneros y leñadores.

Aunque la actividad económica principal de las Améscoas, como indica Luciano Lapuente
[2], ha sido la agropecuaria, desde tiempos inmemoriales sus habitantes han aprovechado los recursos forestales de las importantes masas boscosas de hayas, robles, encinos, etc. de sus montes y sierras. Era habitual el corte de leña para el hogar, para la construcción y reparación de las viviendas, corrales, almacenes y para la fabricación de aperos de trabajo. Estos derechos adquiridos por la costumbre fueron posteriormente ordenados y sancionados por Ordenanzas.

Esta actividad, que se llevaba a cabo principalmente en los montes comunales de las diferentes poblaciones y particularmente en la sierra de Limitaciones, suponía un complemento económico para la mayoría de la población de agricultores-ganaderos. No obstante había personas que no disponiendo de patrimonio familiar y negándose a emigrar se dedicaban principalmente, según la documentación, al oficio de carboneros-leñadores, preparando “tablas para vender”, “duelas” y “tablilla para cubetes de salazón y escabeche”, carbón para las dos ferrerías que existían, al menos en el siglo XVI, junto al río Urederra en Baquedano, e incluso realizaban migraciones temporarias para “carbonear” en otros lugares fuera de Améscoa.

En los años treinta del siglo XX la demanda de tablones de haya favoreció el surgimiento de pequeñas industrias madereras como las serrerías mecánicas de Echavarri en Olazagutía, de Mortal en Artabia, de los Molineros en Zudaire, de José Usarbarrena en Eulate, culminando este proceso en los años 1966-67 cuando el industrial valenciano Sr. Andreu instaló una fábrica de sillas en el término de Aristubelza, fábrica que impulsará la economía amescoana a través del empleo generado y mediante el uso de recursos madereros de la zona, disminuyendo simultáneamente la emigración a los centros industriales urbanos.

Desde 1933 la Junta de Limitaciones repartía el “beneficio del Monte” entre los vecinos mediante un lote de madera que adjudicaba a cada vecino, la denominada “suerte”. Actualmente la madera de Limitaciones se vende en pública subasta a industriales madereros y esos recursos se dedican a otras necesidades del valle, como por ejemplo la financiación de la Residencia de ancianos de Eulate, la realización de trabajos comunales, consultorios médicos, etc.

En la década de los cincuenta la actividad carbonera decreció por la disminución de la demanda de carbón vegetal hasta desaparecer.

Luciano Lapuente, en base a fuentes orales, analiza detalladamente la construcción de carboneras y la fabricación de carbón.

En primer lugar se procedía a “armar la carbonera” sobre tierra, con base circular y chimenea vertical en el centro alrededor de la cual se amontonaban troncos y leños en dos o tres pisos culminándola con el “cogote” en forma de cúpula. El montículo leñoso así formado se cubría con una capa de hoja y una capa de tierra fina. Para respirar la carbonera abrían en el contorno de la misma pequeñas ventanas llamadas “arrucas” mediante troncos sobre dos piedras; estas ventanas las tapaban con musgo que quitaban o ponían en función de la evolución de la cocción de la leña. El encendido de la carbonera se realizaba desde la chimenea a la que arrojaban “astillas o “brinzas” de haya y brasa ardiendo. Una vez encendida la carbonera cerraban las “arrucas”, tapaban la chimenea con césped y practicaban pequeños agujeros laterales de respiración desde la parte superior hacia la inferior para que la cocción fuera lenta y desde arriba hacia abajo; a esta operación se denominaba “burciar la carbonera”. Una vez prendida la chimenea su control durante días debía ser permanente. La cocción de la leña provocaba la disminución de su volumen que se reponía mediante nueva madera llamada “betagarri”.

Un sistema alternativo de carbonera de pequeño tamaño prescindía de la chimenea central y practicaba un túnel de respiración lateral en el mismo suelo.

El carbón se medía por cargas; cada carga la componían dos sacos y los machos que transportaban el carbón llevaban cada vez dos cargas, esto es, cuatro sacos. “La cocción de una carbonera de ochenta a cien cargas debía durar aproximadamente quince o veinte días”, señala Luciano.

Entre los instrumentos de carboneo destacaban el “bereiki” o rastrillo trapezoidal de madera, la “eskuara” o rastrillo de puas de madera, los “ganchos”, las mazas y cuñas, el hacha, la “truenza” o “tronzadora”, sierra manual manejada por dos personas, la escalera para trepar a la carbonera a veces sustituida por un tronco con muescas a modo de peldaños, la pala, y el “burro” soporte de madera para transportar al hombro leños delgados.

La película “Tasio” de Montxo Armendáriz muestra con claridad el trabajo del carboneo en las Améscoas.


3) Objetos y santos protectores:

El Hombre ante lo inexplicable, ante el temor a los elementos de la naturaleza, a las enfermedades, a la muerte, a los espíritus malignos, ha recurrido, a lo largo de los siglos, al amparo y protección ofrecida por la superstición, la brujería, lo mágico, el curanderismo, los mitos, los dioses. Esas instancias le han permitido, abrumado en su impotencia, aprehender lo inescrutable, asumir e integrar en su existencia lo desconocido.

La creencia cristiana en un dios bondadoso, omnipotente, omnisciente, ayudado en su tarea por Cristo, la Virgen y los santos, como intercesores de la Humanidad, resolvía, al menos psicológica y espiritualmente, aquellos problemas inarbacables para le mente humana para los que no existía una solución científica, inmanente o simplemente daba una explicación a lo misterioso, a lo que la mente racional no era capaz de diseccionar, Ofrecía una vía alternativa a la ciencia unas veces y complementaria otras.

Por supuesto las Améscoas
[3] no han sido una excepción y sus pobladores han recurrido a soluciones de carácter mágico y religioso para superar la adversidad e implorar ayuda a la divinidad.

a) Protección frente a los elementos atmosféricos:

Para proteger la casa contra los rayos existía en Améscoa la costumbre de colocar ramas de laurel o espino en las herraduras que había en las puertas de las casas.
Para la protección frente a los nublados y el pedrisco se encendía una vela que había ardido el día de Jueves Santo en el Monumento del Santísimo y se rezaba el trisagio y otras oraciones. Todavía hoy se mantiene esta costumbre en algunas casas de Améscoa. También se echaba al fuego, durante los nublados, ramas de roble bendecidas el día del Corpus-Cristi y se lanzaban a la calle durante las tormentas piedrecillas recogidas el día de Sábado Santo mientras las campanas tocaban a Gloria. Otra forma de protección eran los conjuros y el toque de campanas mientras se conjuraba. En Larraona se conserva en el muro sureste del pretil de la iglesia parroquial la conocida como “cruz de los conjuros”
[4]. También se sacaban determinados santos para repeler las tormentas, se colocaban ramitos de olivo bendecidos el domingo de Ramos y se colocaban en las casas o se rociaban los campos con agua bendita de San Gregorio Ostiense (cuya festividad se celebra el 9 de mayo), agua que se traía a Améscoa Alta de la basílica que este santo tiene en Sorlada (Navarra); Améscoa Baja hacía una romería a la propia basílica. En Larraona una de las imágenes escultóricas del retablo mayor de la iglesia parroquial es precisamente San Gregorio Ostiense, erguido en su hornacina y vestido con indumentaria de obispo.

b) Protección frente a las brujas:

Una costumbre muy extendida era la colocación de cardos amarillos (“eguzkilores”) en las puertas de las casas para evitar la entrada de las brujas durante la noche. La razón que justificaba esta costumbre es un tanto jocosa, la bruja antes de entrar debía contar todos las púas del cardo y como éstas son tan numerosas se le pasaba la noche en el intento y al amanecer debía marcharse. Esta costumbre aún se mantiene en algunas casas amescoanas. También era habitual que para curar a las personas embrujadas se acudiera a la Virgen de los Conjuros de Arbeiza (Navarra).

c) Protección de personas y animales:

Para librarse de los perros rabiosos se gravaba una cruz en la puerta de la casa con hierro candente. A los perros rabiosos se les marcaba una cruz a fuego en la cabeza con la denominada “risma de Santa Quiteria”
[5] por ser esta la santa protectora contra la rabia y la locura, cuya festividad se celebra el 22 de mayo.

Para proteger a los animales contra las enfermedades en general existía la costumbre de rociar las cuadras con agua bendecida en la misa del Sábado Santo. Para proteger a los gorrines se quemaba resina de giniebros que desinfectaba las pocilgas. Contra los “torzones” o problemas intestinales de las caballerías se restregaba la panza de los animales con un palo de acebo nudoso bendecido por San Blas. Los santos protectores de los animales por antonomasia eran San Antonio Abad
[6] cuya festividad se celebra el día 17 de enero y San Blas obispo de Sebaste[7] cuya festividad es el día 3 de febrero. En las cuadras era habitual colgar estampas de san Antonio Abad y por San Blas se bendecían alimentos para las personas y para los animales, costumbre que aún se mantiene. En Améscoa se acudía con animales a la ermita de San Antonio Abad de Zudaire el día de la festividad del santo. Daban tres vueltas alrededor de la ermita y tras la misa eran bendecidos por el cura.

d) Curación de enfermedades:

Luciano Lapuente
[8] recoge numerosos remedios de medicina popular de las Améscoas basándose para ello fundamentalmente en fuentes orales.

En Larraona cuenta con los recuerdos del abuelo Guillermo Martínez, ya fallecido, quien señala que se hacían votos y peregrinaciones a la ermita de Santa Teodosia (Valle de Arana Alavés), abogada contra el reuma, a San Fausto acudían las mujeres estériles, a San Vítor en el puerto de Azaceta (Alava) las que tenían “agitación”, a la Virgen de Codés. Para curar hernias se pasaba al enfermo bajo el Palio. Para sanar a los niños quebrados (herniados) existía una costumbre muy curiosa; se abría una grieta longitudinal en el tronco de un árbol joven, recuerda el abuelo Guillermo, se ampliaba con cuñas y el padre hacía pasar al niño a través de la oquedad, siendo recogido al otro lado por la madre; posteriormente se hacía volver al árbol a su posición normal recubriéndose las grietas con arcilla para que cicatrizaran. Era condición imprescindible para la curación del niño que el árbol no se secara.

Existían remedios para la mayoría de las dolencias y enfermedades : escozor de los niños ( aplicación de polvos de orégano), fiebre o “calentura” (compresas de agua fría, vinagre o alcohol) , hemorragias de la nariz (agua fría en el cogote) , anemia (aceite de hígado de bacalao) , desarreglos intestinales (infusiones de manzanilla, te), anginas ( infusión de “carraskilla”) , diarrea o “cirria” ( con membrillo y arroz) , catarro (emplastos de linaza o mostaza), ictericia (agua de arroz), dolor de cabeza (compresas en la frente de vinagre, aguardiente o alcohol), (“carraskilla” y sanguinaria) , espasmos nerviosos (Virgen de los Conjuros de Arbeiza) , verrugas (leche de higo, ajo) , sabañones (frotándolos con ajo o nieve) , inflamaciones (hojas de lapa y vapores de sauco), sarna (unto de azufre y aceite), panadizo (metiendo el dedo en agua hirviendo), corrección de las gibas de los jorobados (mediante tablillas), ampollas de quemaduras (lejía, cera derretida en aceite, chocolate hecho) , sarampión (trapo rojo en el cristal para erupción de las manchas rojas características), reumatismo (con grasa de “micharro” o lirón, trencilla arrancada de las cajas de los muertos), la gangrena ( con sal y vinagre), ojos llorosos (agua de malvas, infusión de manzanilla), estrabismo ( lo atribuían a dormir de un solo lado y a mirarse el flequillo), otitis (leche de mujer,aceite y manzanilla), paperas ( emplastos de linaza), heridas con hemorragia( envolverlas con telarañas empapadas con harina), extracción de espinas, pinchos( hiel de cerdo macho, alfileres del monumento al Santísimo), fracturas de huesos (tablillas de avellano con pez y venda), retorcijones (paños con sal y vinagre sujetos con fuerza), etc.


[1] LAPUENTE MARTINEZ, Luciano,”Estudio Etnográfico de Améscoa (V)”, Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, Nr. 25, 1977, p. 39.

[2] LAPUENTE MARTINEZ, Luciano,”Estudio Etnográfico de Améscoa (III)”, Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, Nr. 23, 1976, pp. 287 a 303

[3] - LAPUENTE MARTINEZ, Luciano,”Estudio Etnográfico de Améscoa”, Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, Nr. 7, 1971, pp.84a 88.

- LAPUENTE MARTINEZ, Luciano,”Estudio Etnográfico de Améscoa (IV)”, Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, Nr. 24, 1976, pp.427 a 429.


[4] Véase el análisis en el apartado de Arte-Estelas discoideas cristianas.

[5] - VORAGINE, S. de la, La Leyenda Dorada, Alianza Editorial S.A, Madrid, 1982, octava reimpresión en Alianza Forma, 1996, dos Volúmenes. Traducción del latín de Fray José Manuel Macías. Curiosamente no se recoge en esta obra la leyenda de Santa Quiteria.
.
- RÉAU, L. Iconografía del arte cristiano. Iconografía de los santos, Tomo 2, Volumen 5, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1998, pp.113-114. (Publicación inicial en P.U.F. en 1957).
.
. - FERRANDO ROIG, J. Iconografía de los Santos, Ediciones Omega, S.A., Barcelona, 1950, pp.233-234.

[6] Id.id. VORAGINE, de la, S. Tomo I, pp. 97-99 y 107-111. RÉAU, L. Tomo 2, Volumen 3, pp. 108-123. FERRANDO ROIG, J. p. 46.

[7] Id.id. VORAGINE, de la, S. Tomo I, pp. 164-167. RÉAU, L. Tomo 2, Volumen 3, pp. 229-235. FERRANDO ROIG, J. pp. 64.

[8] LAPUENTE MARTINEZ, Luciano,”Estudio Etnográfico de Améscoa”, Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, Nr. 11, 1972, pp.133 a 144.


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